Hurgando en la biblioteca hallé este viejo ejemplar del libro de Edgar Torres (autor, también, junto a Luís Fernando Sarmiento, de otro librazo: “rehenes de la mafia”), un clásico en Colombia a mediados de los 90’s. Su portada es llamativa: dos individuos a bordo de una motocicleta. El de atrás blande un arma de fuego. 

A la izquierda de “los de la moto”, como se conoce en la crónica roja o policial a la pareja de sicarios que emplea este modus operandi, se columbra la silueta de un individuo que se dispone a cruzar una puerta de cristal. Es su objetivo, la potencial víctima de la pareja de sicarios. 

Al margen de la casuística, harto conocida, trágica, esta imagen nos hace pensar en el interaccionismo simbólico, o sea, el significado del objeto en el marco de una relación social y que termina “construyendo” la conducta. Hoy, en república dominicana, el término “passolero” es despectivo, peyorativo, un insulto. Sin embargo, cuando comenzó a difundirse este medio de transporte, sobre todo en los sectores de menor poder adquisitivo, era sinónimo de status. Un muchacho del barrio cuidaba su “passola” (passola es una marca, igual que gillette, baygon, pampers, collins [colín], etc.) Como si fuera un mercedes benz. Actualmente este tipo de motocicleta, de cualquier marca, está muy extendido y al alcance, con mayor o menor esfuerzo, de una gran parte de la población. 

Igual que en colombia, la motocicleta se ha convertido en un objeto de interés criminológico. Quien leyó la obra de manuel de dios una sobre el cartel de medellín, recordará que el método diseñado por un mercenario israelí, yair klein, fundador de una escuela de sicarios para entrenar a los gatilleros del cartel. Un método muy extendido para matar era disparar en cruz o en x desde la parte trasera de una motocicleta en movimiento. El “parrillero” debía levantarse abruptamente y disparar al objetivo, mientras sus piernas se ceñían con fuerza al motor. Esto, con frecuencia, provocaba quemaduras del muffler a nivel del tobillo, constituyendo una fuente de información, identificación o indicio para las autoridades, por tanto, un “estigma” (para usar la terminología de lombroso) para el sujeto que la ostentare. Quemadura en tobillo=sicario. 

Por esta razón, a fin de librarse del estigma que los identificaba, muchos debían apelar a los servicios de un cirujano plástico. Medellín fue la sede de la mejor cirugía plástica de tobillo del mundo. El modus operandi fue la razón de porqué muchos sicarios usaban escapularios en los tobillos y no alrededor del cuello. En “la virgen de los sicarios”, de fernando vallejo, se describe bien su uso. 

Aparte del interaccionismo simbólico la figura del pasolero ha sido configurada a la luz de la teoría del etiquetamiento (labeling approach) en que los operadores del sistema seleccionan o etiquetan ciertas conductas, provocando, a su vez, una reacción de parte del “etiquetado”, que termina asumiendo el rol que se le ha asignado. Un ejemplo clásico lo vemos en los operativos policiales en que se detiene a todo aquel que ande a bordo de un motor. 

Es cierto que para una gran mayoría de los que usan este medio de transporte “no existe” la ley de tránsito. Aparte del manejo temerario está lo relativo a la placa, matrícula, uso del casco, etc. Si a esto se suma que muchos delitos se cometen con ayuda de este medio de transporte, que, por poder moverse en zigzag y por estrechas vías, aceras o en medio del tráfico, facilita la fuga de la escena y evadir la persecución, es evidente el interés que tiene el estudio de este medio de transporte para poder tomar medidas de política criminal sin lesionar a los verdaderos “padres de familia” y estigmatizarlos (victimización secundaria). En otros países se exige el uso de casco con el # de placa, aparte de un distintivo sobre la ropa. En ciertos horarios queda prohibido que transiten dos individuos de sexo masculino en la misma motocicleta, etc. Sin embargo, aplicar estas medidas en un medio social deprimido, donde la “passola” juega el papel de vehículo de la familia, resulta complicado. 

Sin caer en un etiquetamiento absurdo, hay ciertos patrones (perfiles) que permiten al agente de la ley actuar de manera razonable, registrar o realizar un arresto sin orden de un juez (véase art. 224 código procesal penal) ante ciertas hipótesis. La disciplina que aborda esto se llama perfilación. No es lo mismo el “delivery” que va solo y en cuya canasta hay plátanos, una funda de hielo, frutas, un saco de arroz o vegetales diversos que la pareja de adultos jóvenes con gorras ceñidas en actitud de “patrullaje” en ciertos lugares. 

La procuraduría general de la república tiene acceso a la información acerca del número de motocicletas que hay en el país. Además, maneja datos (criminalidad aparente, en base a denuncias recibidas) acerca de delitos cometidos con ayuda de este medio de transporte. Partiendo de estas cifras y otras variables se puede trazar un cuadro para el trabajo criminológico que sirva para adoptar medidas de política criminal razonables que no laceren o estigmaticen a gente seria que no dispone de otro medio de transporte. 

Esta reflexión me surgió como flash al ver la portada del viejo libro de Edgar Torres.